Cuando en 1534 regresó de España Hernando Pizarro,
trayendo para su hermano el título de marqués, vino
con él un hidalgo, natural de Talavera, nombrado por el
rey factor del Perú. Llamábase el hidalgo
Illán Suárez de Carbajal, era hombre de poco
más de treinta años, de gentil persona, y
según un cronista, muy entendido en letras y
números.
El marqués lo recibió con gran deferencia, y en
breve se estrechó entre ambos la más franca
amistad. Don Francisco puso a su nuevo amigo al corriente de los
sucesos, y lo comisionó para que pasase al Cuzco a
conferenciar con Almagro el Viejo, dándole más
tarde igual encargo en la famosa y desleal entrevista de Mala.
Mucho trabajó Don Illán para alcanzar un buen
acuerdo; pero la doblez de los Pizarro inutilizó sus
esfuerzos.
Pizarro confirió después al factor el mando de una
expedición destinada a someter al inca Manco, que con
numerosa hueste de indios se hallaba en las alturas de los Andes.
Engañado por los informes de un espía, envió
Illán una noche al capitán Villadiego con treinta
hombres para que se apoderase por sorpresa de la persona de Manco
pero éste, prevenido de la trama, batió a los
españoles, muriendo Villadiego y más de veinte de
sus soldados.
Relevado Illán del mando, regresó al Cuzco, donde
escribió al marqués que se cuidase mucho de los de
Chile. Pasó después a Lima, y en el mismo
día del asesinato de Pizarro, fue reducido a
prisión por los parciales de Almagro el Mozo. Al retirarse
éste de Lima condujo, siempre presos, a Suárez de
Carbajal y otros; mas en Jauja los puso en libertad.
Vaca de Castro envió a Lima al bachiller Juan Vélez
de Guevara con el carácter de teniente gobernador. Pero
Illán Suárez y los regidores se negaron a
reconocerlo y le rompieron la vara en pleno Cabildo, quejosos de
que el nombramiento se hubiese hecho en persona recién
llegada al Perú. Aunque Vaca de Castro tuvo noticia del
desacato, no quiso usar de rigor, limitándose a reprender
con suavidad, a los motinistas. Verdad es que esto
aconteció cuando ya se tenía noticia de la llegada
a Panamá del virrey Blasco Núñez.
El Cabildo nombró a Illán para ir hasta Trujillo a
recibir y felicitar al nuevo representante de la corona; mas en
Huaura se informó de la severidad con que venía el
virrey, quitando repartimientos y realizando otros actos de
justicia, y entonces resolvió regresarse, escribiendo
antes a su hermano lo poco que tenían que esperar de
Blasco Núñez; y que pues les había de quitar
los indios, especialmente a él como a oficial real,
procurase convertir en dinero toda su hacienda para regresarse a
España, antes que las disposiciones del virrey pudiesen
dañarlos en sus intereses. Súpolo Blasco
Núñez, y desde entonces vio de mal ojo a
Illán Suárez. Así cuando el 15 de mayo de
1544 recibió en palacio la visita de los notables de Lima,
al abrazar a Illán, con quien se conocía desde
España, le dijo: «Siento que seáis vos de los
pocos a quienes no podré hacer bien ni merced
alguna».
Del breve gobierno de este virrey no hay más noticia digna
de consignarse que la del recibimiento del sello real en Lima. La
ceremonia fue solemne. «El sello -dice un cronista- fue
paseado en una caja sobre un caballo, cuyo caparazón era
de terciopelo carmesí con franjas de oro. El caballo,
llevado del diestro por un regidor de Cabildo, iba bajo palio de
brocado, sosteniendo las varas los demás regidores.
Detrás iban el virrey y los cuatro oidores que con
él llegaron a España para establecer la Real
Audiencia».
Viendo venir los sucesos y la rebelión de Gonzalo Pizarro,
Suárez de Carbajal se mantuvo se mantuvo fiel a la causa
del rey, y aun escribió a su hermano que no se
comprometiese con los revolucionarios. Pero la impopularidad y
los desaciertos de Blasco Núñez eran el mejor
auxiliar de la revolución.
Una noche, entre otros vecinos, se escaparon de Lima dos sobrinos
de Illán Suárez que vivían en la misma casa
de del factor, el cual ignoraba que sus parientes se hallasen tan
ligados a la causa revolucionaria. Al saberlo el virrey, hizo
sacar a Illán de la cama y le dijo:
-¡Traidor! Has enviado a tus sobrinos donde los
rebeldes.
-No soy traidor, sino tan buen y tan leal servidor del rey como
vos -le contestó Carbajal sin inmutarse.
Exaltado el virrey con estas palabras, hirió con su daga
en el pecho al factor, y ordenó a uno de sus criados que
lo acabase de matar.
El asesinato alevoso cometido en la persona de Illán
Suárez puso colmo a la exasperación pública,
y por todas partes brotaron las chispas que debían
producir para el virrey la catástrofe de
Iñaquito.
Ganada la batalla por Gonzalo, Benito Suárez de Carbajal,
hermano del factor Illán, encontró en el campo al
virrey, cubierto de heridas, y después de abofetearlo, je
hizo cortar la cabeza por un negro, la condujo arrastrando a la
cola de su caballo hasta la plaza de Quito y la colocó en
la picota. Gonzalo desaprobó la conducta ruin de Benito, y
mandó dar sepultura y hacer honras fúnebres a su
vencido adversario.
Así fue vengada la muerte del factor Illán
Suárez de Carbajal.