El lunes 31 de diciembre de 1877, los habitantes de Lima gozaron
de un espectáculo nuevo para la gente de la
generación actual que no ha tenido oportunidad para salir
fuera del radio de la ciudad.
Desde las cuatro de la tarde empezó la atmósfera a
cubrirse de espesas nubes, y a las cinco desprendiose sobre la
ciudad una gruesa lluvia, acompañada de relámpagos,
seguidos de la detonación de cuatro truenos.
Para Lima, la población excepcional en donde la lluvia no
pasa de una ligera garúa, la ciudad cuyo sereno cielo no
ennegrece jamás la tempestad, era verdaderamente aterrador
el espectáculo que ofrecía la naturaleza en la
tarde del 31 de diciembre de 1877. El año se
despedía de una manera siniestra.
Con tal motivo, y para satisfacer la curiosidad de un periodista,
compilamos los datos que contiene la siguiente carta:
«Me pregunta usted, amigo mío, si entre las
antiguallas que registro he encontrado noticia de que el
fenómeno atmosférico del lunes se hubiera, en otra
época, presentado en Lima. Desde que se fundó la
ciudad (1535) hasta 1803, y bajo el gobierno del virrey
Avilés, creíase generalmente que no se había
oído en Lima la detonación del trueno.
Errónea creencia, como verá usted más
adelante.
En la noche del 19 de abril de 1803 -dice un cronista- se
experimentó en Lima una tempestad, con ocho o nueve
truenos, de los cuales el más fuerte se dejó sentir
a las once y media. Lo insólito de semejante
fenómeno asustó mucho al vecindario. En noviembre
se repitieron los truenos. Hubo en ese año algunos
temblores, precursores de un estío muy rígido,
deduciéndose de esto que el calor, la electricidad y los
vientos pueden producir una tempestad en parajes donde nunca se
ha visto».
Córdova y Urrutia, en sus Tres épocas, consigna
también esta noticia, aunque sin avanzar en
pormenores.
Don Hipólito Unanue, en su importante obra sobre el clima
de Lima, de algunos detalles sobre la tempestad del 19 de abril.
Dice que los relámpagos cruzaron tan próximamente a
la ciudad que iluminaron las habitaciones. Notose que cesó
la lluvia en la sierra, y hubo tan abundantes garúas en la
costa, que las lomas se cubrieron de pasto.
Don Gabriel Moreno, en su Almanaque para 1804, después de
disertar sobre las causas y efectos de la tempestad del
año anterior, dice que el 13 de julio de 1552, a las ocho
de la noche, se oyó en Lima un trueno fuerte y se vieron
dos relámpagos, y que igual fenómeno se
repitió en 1720 y en 1747. Añade que el calor en
1803 fue excesivo; pero que la salubridad pública, lejos
de sufrir, mejoró notablemente.
Varios cronistas de convento hablan, a la ligera, de la tempestad
del año 1552. En cuanto a las de los años 1720 y
1747 sólo las hemos visto consignadas en algunas
efemérides.
El primer trueno del 19 de abril fue producido a legua y cuarto
de la ciudad, y el último sobre la misma. Tan grande fue
la alarma y consternación del pueblo, que al día
siguiente hubo procesión de rogativa, y penitencia.
Resumen. La del lunes 31 de diciembre ha sido la quinta tempestad
que ha caído sobre Lima en los trescientos cuarenta y dos
años que lleva de existencia. Y no sé más
sobre el asunto.