Muy difícil era en los pasados siglos la
publicación de un libro, ya por lo caro de su
edición, ya por la escasez de imprentas. Baste decir en
corroboración de este último aserto, que en 1821,
al iniciarse la guerra de independencia, sólo
existían en Lima cuatro oficinas tipográficas,
pobrísimas de letra y demás útiles, y que
tres de ellas hacían uso de prensas de madera.
La imprenta se introdujo en Lima en 1583, justamente cincuenta
años después que en Méjico. Nuestro primer
tipógrafo fue el italiano Antonio Ricciardi, natural de
Turín, y sus primeras obras tres catecismos de doctrina
cristiana en las lenguas aymará y quichua. La segunda
ciudad del Perú que tuvo imprenta fue Arequipa, a fines
del siglo pasado.
En los tiempos coloniales, únicamente los ricos, como
Peralta, el conde de la Granja y algún otro, podían
darse la satisfacción de imprimir sus obras literarias. Lo
que abundaba era la impresión de sermones y libros
devotos, amén de los certámenes, fiestas reales,
exequias panegíricas, autos de fe, informes de los
intendentes y corregimientos, y otras publicaciones que, como
éstas, se hacían bajo el amparo oficial y a
expensas del real tesoro.
El periodismo no nació sino en la última
década del siglo con el Diario de Lima, al que
sucedió el Mercurio Peruano; pues aunque en 1770
existía la Gaceta, ésta sólo daba a luz
noticias y documentos que la enviaban de palacio. Los poetas no
tenían escenario donde exhibirse; y de allí
venía la profusión de versos con que se tapizaban
los muros de la espaciosa catedral en las funciones
fúnebres por la muerte de los reyes. Los hijos e hijastros
de Apolo aprovechaban la ocasión de ver sus nombres y
producciones en letras de molde.
Otro tanto sucedía en el resto de la América
española.
De la metrópoli nos llegaban abundantemente las comedias y
romances que los ciegos pregonaban por las calles de Madrid; y en
Lima se vendían a subido precio en los cajones de Ribera y
en los tenduchos que hasta hace poco veíamos bajo los
arcos de los portales.
En cuanto al teatro, fueron muchas las loas y alegorías
que para él escribieron nuestros ingenios; y aun el virrey
marqués de Castelldosríus, que tenía sus
pespuntes de poeta, compuso por los años de 1708 una
tragedia titulada Perseo, la cual nos afirman que existe impresa
en Lima.
Para contribuir, pues, a dar una idea de lo que era la
poesía en nuestra patria durante el pasado siglo,
emprendemos esta ligera reseña de fiestas fúnebres,
trabajo que nos prometemos completar con el de los
certámenes que tenían lugar en la entrada de
virreyes, nacimiento de príncipes y proclamación de
monarcas (10).
En estos apuntes no he hecho sino poner en orden materiales que
otros más competentes que yo utilizarán
algún día, cuando concienzudamente se escriba
nuestra historia colonial. Estos apuntes pueden ser el esqueleto
de un libro; así como mis Tradiciones darán, acaso,
asunto para la novela y para el drama. Literariamente, tengo la
manía de vivir en el pasado. El ayer siempre es
poético: es una especie de sol al que apenas se le ven
manchas, porque está muy lejos.
La primera relación de exequias que se imprimió en
Lima fue en 1613, con motivo de las que en 24 de noviembre de
1612 tuvieron lugar (y páseme el lector el galicismo) por
la muerte de la reina doña Margarita, esposa de Felipe
III, siendo virrey el marqués de Montesclaros Don Juan de
Mendoza y Luna. Es un volumen de 296 páginas en 4.º,
escrito por el padre agustino fray Martín de León.
Tiene de curioso una estampa del túmulo, lámina que
es el primer grabado en acero que se hizo en Lima. El artista fue
el padre agustino Francisco Bejarano. Como no entra en nuestro
propósito ocuparnos del estado literario del Perú
en el siglo XVII, pasaremos por alto esta y las demás
relaciones hasta caer en las del siglo pasado.
PARENTACIÓN REAL al soberano nombre e inmortal memoria del
católico Rey de las Españas y Emperador de las
Indias el Serenísimo Sr. Don Carlos II, fúnebre
solemnidad y suntuoso mausoleo que en sus reales exequias en la
Iglesia Metropolitana de Lima su consagró a sus piadosos
manes el Excelentísimo Sr. Don Melchor Portocarrero Lazo
de la Vega, Comendador de la Zarza en el orden y
caballería de Alcántara, del Consejo de Guerra de
Su Majestad, Virrey, Gobernador y Capitán General de estos
reinos y provincias del Perú, Tierra-Firme y Chile.
-Escríbela, de orden de Su Excelencia, el R. P. M.
José de Buendía, de la Compañía de
Jesús. -En la imprenta Real del Santo Oficio y de la Santa
Cruzada. -Año de 1701. -Un volumen de 180 páginas
en 4.º
El 27 de abril de 1701, en momentos de salir de palacio el virrey
conde de la Monclova para asistir a una función de
catedral, recibió una carta en que le participaban la
muerte de Carlos II el Hechizado, acaecida en Madrid el 1.º
de noviembre de 1700; y el 6 de mayo, por un navío que
llegó al Callao, se tuvieron las gacetas y despachos
confirmatorios. Entonces se designó por la Audiencia el 27
de junio para la celebración de las exequias que,
según el libro que a la vista tenemos, fueron muy
pomposas.
Esta, como todas las relaciones de funerales regios, trae una
magnífica lámina, grabada en acero, representando
el túmulo.
Veamos la parte poética del libro:
El jesuita Buendía, cuya reputación ha llegado
hasta nuestros tiempos y que es citado entre los hombres de
talento y ciencia que ha producido el Perú,
escribió el siguiente soneto:
«Viviste para Dios lo que reinaste,
porque reinaste en Dios lo que viviste,
que aunque más vida y reino mereciste
en siglos de virtud lo desquitaste.
En uno y otro mundo conquistaste
dominios al la fe que estableciste,
y de los lauros que a la paz cogiste
aun más que a ti la religión laureaste.
En un siglo y un mundo fue la suerte
fatal que nos robó dueño tan santo,
y en otro mundo y siglo se revierte.
Porque inunda a los mundos dolor tanto
que, si un siglo ha acabado con tu muerte,
otro siglo principia con tu llanto».
El conde de la Granja, autor del celebrado poema de Santa Rosa,
tenía por entonces un hijo colegial de San Martín.
El limeño condesito escribió muchos versos, y no
hubo certamen o descripción de fiestas reales en que su
musa no campease. Desgraciadamente el hijo no hace, como poeta,
honor al padre. Véase el principio de una de sus
composiciones en honor de Carlos II:
«Pira ardiente, nevado Monjibelo
tachonado de copos y centellas,
que a apagar subes o a encender estrellas,
llevando este girón de cielo al cielo».
Dedúzcase por esta muestra lo que será el resto de
la composición; pero aún es más original, si
cabe, un soneto del mismo condesito Don Luis Oviedo y Herrera, y
no resistimos a la tentación de copiarlo.
Extrañando que no hubiese aparecido en el cielo
ningún cometa precursor de la muerte del rey, dice el
vate:
«Basilisco boreal, peste crinita
que inficionas voraz regios alientos,
y en ígneos caracteres macilentos
traes la sentencia de su muerte escrita.
¿A qué laurel tu aspecto no marchita
sus verdores con lauros cenicientos,
y al verte hacer de tronos monumentos
qué púrpura caduca no palpita?
¿Por qué antes de morir Carlos Segundo,
no saliste a anunciar su fin preciso?
¿No osaste ser de tal rey homicida?
¿Fue por no anticipar la ruina al mundo,
o porque el cielo dar señal no quiso
de muerte al que la dio de eterna vida?»
Por supuesto, que a esta andanada de preguntas el cometa no
responde oxte ni moxte, aunque muy bien pudo contestar que si no
salió a pasearse por el cielo fue porque no le dio su real
gana. Muchos horrores ha producido la escuela romántica,
pero los del gongorismo la aventajan.
Doña Violante de Cisneros, limeña, monja definidora
en el monasterio de la Concepción y que gozaba de gran
reputación como poetisa, escribió para estas
exequias unos endecasílabos. Exhibamos un fragmento:
«¡Oh tú, rey poderoso! Tú, rey
santo
que adorado de pueblos y de nobles,
aun más que superior a tus vasallos
reinaste vencedor de tus pasiones.
¡Oh tú, en cuyo cadáver se encontraron,
al difundirte bálsamos y olores,
de que muerto viviste los indicios,
y de que vives muerto las razones!
¡Oh tú, de regio, plácido semblante,
cuyos labios, con mezcla de atenciones,
tal vez humanos y tal vez divinos
vertían majestades y favores!
Descansa en paz en este mausoleo,
ofrenda funeral del mayor conde
que en este rico, americano clima,
fue digno de tus veces y tus voces».
¿Qué tal la monjita? En sus cuatro
penúltimos versos, bien sonoros por cierto, halaga
más al virrey vivo que al rey muerto. Su reverencia
entendía el arte de la lisonja cortesana.
El ilustre limeño Peralta escribió para estas
exequias varios sonetos, un romance y composiciones en
latín, francés e italiano. Su elegía
francesa consta de ciento setenta alejandrinos, y es
verdaderamente maravilloso que, sin haber viajado, sin roce con
los hijos de la Galia y sin más profesor que los pocos
libros que el Santo Oficio permitía venir de Europa,
hubiese nuestro compatriota alcanzado a versificar correctamente
en lenguas extrañas. Véanse algunos de sus
alejandrinos:
Numes, à qui la Peur a dressé des autels,
Est-il vrai, dites-moi, que vos ciseaux cruels
D' un sacrilègue coup ont déjà
terminé
Ce grand fil qui jamais devait être coupé?
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Jamais les grands malheurs,
Pour être moins malins, ont de récits
trompeurs.
Hélas! que du Destin par une cruelle envie
Mourons aprés la mort, vivons aprés la vie.
Hélas! que la douleur occupant tout espace
Ses mêmes expressions ne trouvent point de place.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Des Louis et des Philippes en lui est amassé
Un mixte majestueux, un divin composé,
Et c´ est pour s´ acquérir un inmortel
renom,
Qu' il a des uns la stirpe et des autres le nom.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Chantez done, car pour moi ça serait un grand crime
De vouloir enfermer dans un point un abime;
Cessez, donc, de ravir la langueur de mon ame
Car on ne peint un ciel par une rude flamme.
FÚNEBRE POMPA, demostración doliente, magnificencia
triste, que en las altas exequias y tumulto erigido en la Santa
Iglesia Metropolitana de la ciudad de Lima al Serenísimo
Señor Francisco Farnese, Duque de Parma y de Plasencia,
mandó hacer el Excelentísimo Sr. Don José de
Armendáriz, Marqués de Castelfuerte, Comendador de
Montizón y Chiclana en el orden de Santiago, Teniente
Coronel de Reales guardias de Su Majestad, Virrey, Gobernador y
Capitán General de estos reinos. -Cuya relación
escribe, de orden de Su Excelencia, el Dr. Don Pedro de Peralta,
Barnuevo y Rocha, Contador de cuentas y particiones de esta Real
Audiencia y demás tribunales por Su Majestad y
Catedrático de Prima de Matemáticas en esta Real y
Pontificia Universidad.- Con licencia, en la imprenta de la calle
de Palacio. -Año de 1728. -Un volumen de 264
páginas en 4.º
Al describir la pompa fúnebre, hace Peralta en este libro
ostentación del gongorismo y erudición gerundiana
característicos de su época. Hay versos de la
Universidad, de los padres dominicos, mercenarios, jesuitas y
franciscanos; de los profesores y colegiales de San Felipe y
Santo Toribio; de los oidores, militares, empleados y
particulares. Aquello es un aluvión de extravagancias y
conceptos alambicados. Peralta escribió un romance, varias
octavas, cuatro sonetos, muchos hexámetros latinos y, como
muestra de su talento para versificar en varios idiomas, una
canción italiana de ciento treinta versos. Reproduzcamos
un fragmento de ella:
E poiche eterno nel Olimpo vive
(Oh del hispano impero
Farnesa deità, che`l mondo adora)
Cessin del regio cor le doglie schive;
Cessi il pianto severo;
Torni chiara a apparir tua augusta aurora,
Il tuo lume ristora
La medesma cagion di tuoi lamenti
No´l miti qui, é pur vero;
Ma poiche con riflessi piu lucenti
Gli ochi de la tua luce alza o accende,
Piu visibile stá chi piu risplende.
Como se ve, Peralta, versificando en italiano, es menos afectado
que cuando lo hace en la rica lengua de Castilla.
Peralta, escribiendo en prosa o en verso, abusaba de las
imágenes mitológicas, hacía gala de
erudición, y su estilo era pretencioso y campanudo. Estos
defectos, que fueron más de la época que del
escritor, no nos impiden reconocer en el poeta de Lima fundada
uno de los ingenios que mayor lustre dan a nuestra literatura.
Peralta fue enciclopédico, y podría decirse que no
hay materia del saber humano sobre la que su pluma no se hubiera
ejercitado. Uno de sus biógrafos afirma que, además
del español, griego y latín, poseía el
francés, alemán, inglés, italiano y quichua,
y que en todas estas lenguas compuso correctísimos
versos.
El número de las obras que hizo imprimir en Lima se cuenta
por el de las letras de su nombre, y a propósito de esto,
no creemos fuera de oportunidad dar a conocer el
catálogo:
El cielo del Parnaso.
Lima fundada.
Defensa de la pasión de Cristo.
Observaciones astronómicas.
Canto histórico.
Triunfos de Astrea.
Oración al certamen de Santo Toribio.
Relación de las fiestas al cardenal Molina.
Discursos sobre la fe.
Oración académica.
Nuevo beneficio de metales.
Poesías líricas.
El Júpiter olímpico.
Diálogo de la justicia y la verdad.
Rodoguna.
Oraciones de la Real Universidad.
Defensa de Lima.
El templo de la fama vindicado.
Poesías cómicas.
El origen de los monstruos.
Relación del gobierno de Castelfuerte.
Arte de ortografía.
Lima triunfante.
Teatro heroico.
Aprobaciones varias.
Bejamen.
Alegacías.
Restitución del oficio de Contador.
Nacimiento del infante Don Carlos.
Universidad ilustrada.
Entre la honra y la vida.
Varios informes jurídicos.
Oraciones de mi rectorado.
Regulación del tiempo en 35 efemérides.
Oraciones al certamen del Sr. Villagarcía.
Canto panegírico.
Historia de España vindicada.
Aritmética especulativa.
Ymagen política.
Buenos Aires fortificado.
Elogio del Sr. Armendáriz con sólo la letra
A.
Náuticas observaciones.
A Lima inexpugnable.
Vida y pasión de Cristo.
Isis y Júpiter.
Del gobierno del Conde de la Monclova
Exequias del duque de Parma.
Sistema astrológico demostrativo.
En el Correo del Perú, precioso semanario de literatura,
que se publicó en Lima por los años de 1871 a 1878,
se encuentra un extenso y muy notable juicio sobre Peralta y sus
obras, debido a la castiza pluma del literato argentino Don Juan
María Gutiérrez.
PARENTACIÓN REAL, sentimiento público, luctuosa
pompa, fúnebre solemnidad, en las reales exequias del
Serenísimo Sr. Don Luis I, católico Rey de las
Españas y Emperador de las Indias. Suntuoso mausoleo que a
su augusto nombre e inmortal memoria erigió en la iglesia
de Lima el Excelentísimo Sr. Don José de
Armendáriz, Marqués Castelfuerte, Virrey,
Gobernador y Capitán General de estos reinos del
Perú y Chile. -Escríbela, de orden de Su
Excelencia, el R. P. Tomás de Torrejón, de la
Compañía de Jesús.- Con licencia, en la
imprenta de la calle de Palacio. -Año de 1725. -Un volumen
de 159 páginas en 4.º
El mismo día que en Lima se celebraban fiestas por la
proclamación de Luis I, falleció este joven
monarca, víctima de la viruela. Muchos escritores de esa
época refieren que cuando la ciudad festejaba el
advenimiento al trono del nuevo soberano, una vieja dijo
públicamente: «Aquí lo estamos celebrando y
en Madrid lo están enterrando. Aquí repiques y
allá dobles. ¡Qué bonito!»
Los mejores versos de esta corona fúnebre son los sonetos
de Don Pedro Bravo de Castilla y de Don Pedro José
Bermúdez de la Torre y Solier, así como el romance
de un fraile agustino, describiendo una partida de tresillo entre
el Rey, la Vida y la Muerte.
Entre los acrósticos hay uno que es el colmo de la
extravagancia; y en un figurón colocado cerca del
túmulo, que representaba al río Rimac, se hace
decir a éste:
«Si acaso murió Luis
decídimelo, mortales;
porque si Luis ha muerto
con él me voy al mar a sepultarme».
La oración fúnebre fue pronunciada por el
célebre jesuita Alonso Mesía, y tiene todo el sabor
gerundiano de aquel siglo en que tan estragado anduvo el gusto
literario.
PARENTACIÓN REAL, luctuosa pompa y suntuoso cenotafio que
al augusto nombre y real memoria del Serenísimo Sr. Don
Felipe V, Católico Rey de las Españas y Emperador
de las Indias, mandó erigir el Excelentísimo Sr.
Don José Manso de Velasco, Virrey, Gobernador y
Capitán General de estos reinos, en la capilla
Vice-Catedral de Lima. -Cuya relación escribe, de orden de
Su Excelencia, el Dr. Don Miguel Sainz de Valdivieso
Torrejón, abogado de esta Real Audiencia. -Año de
1747. -Un volumen de 119 páginas en 4.º
En 21 de febrero de 1747, cuando aún Lima se hallaba
sobrecogida por el recuerdo del terrible terremoto que cuatro
meses antes dejó la ciudad en escombros, llegó un
correo de Quito, portador del siguiente despacho:
«El Rey. -Habiendo sido Dios servido de llevarse para
sí el alma de mi amado padre y señor Don Felipe V
(que santa gloria haya); considerando que el amor, celo y
fidelidad de los vasallos y naturales de esas provincias
querrán, en ocasión de tanto dolor y sentimiento,
hacer demostraciones que correspondan a su fineza; y porque es
justo que éstas, sin faltar a lo preciso para la decencia,
se moderen en todo lo posible, ha parecido conveniente ordenaros
y mandaros, como lo hago, deis las órdenes necesarias en
lo dependiente a ese gobierno para que, en lo que toca a los
lutos, se ejecute puntualmente lo mandado observar por
cédula de 22 de marzo de 1693, y por lo que mira a
túmulos se moderen. A cuyo fin haréis se participe
esta orden a quienes convenga, y de su ejecución me
daréis cuenta.- Del Buen Retiro, a 31 de julio de 1746
».
Como la catedral se encontraba en ruinas, fue preciso construir
una capilla en la que el 7 de agosto de 1747 tuvieron lugar las
exequias. Parece que los ánimos estaban aún
impresionados con las escenas del terremoto, pues la
inspiración de los vates castellanos anduvo escasa. En
cambio hubo abundancia de versos latinos.
En el frontispicio de la capilla se leía esta
décima, escrita por un colegial:
«Hoy Dios nos arrebató
a Felipe Quinto al cielo.
Se lo llevó a sí en un vuelo,
que su derecho le dio.
Su amor y su ley cumplió
llevando a los dos en pos;
su rapto estribó en los dos;
porque si manda la ley
que se pague el quinto al rey,
el quinto hoy se pagó a Dios».
RELACIÓN DE LAS EXEQUIAS y fúnebre pompa que a la
memoria del muy alto y poderoso Sr. Don Juan V el
Fidelísimo, Rey de Portugal y de los Algarbes,
mandó erigir en esta capital de los Reyes el día 8
de febrero de 1752 el Excelentísimo Sr. Don José
Manso de Velasco, Caballero del orden de Santiago, Conde de
Super-Unda, Gentilhombre de Cámara de Su Majestad,
Teniente General de los Reales Ejércitos, Virrey,
Gobernador y Capitán General de estos reinos del
Perú. -De cuya orden la escribe el R. P. M. José
Bravo de Ribera, de la Compañía de Jesús.-
Imprenta de la calle de Palacio. -Año de 1752. -Un volumen
de 354 páginas en 4.º
Más de doscientas páginas de esto libro ocupan las
poesías, y a decir verdad, los ingenios estuvieron
desgraciadísimos. No hallamos otro dato curioso que
consignar sino el de la aparición de una poetisa
limeña, de quien el padre Bravo de Ribera dice que
«sus acostumbrados aciertos de la pluma la tienen
constituida, por general aplauso, con el renombre de la limana
musa». Llamábase la poetisa doña María
Manuela Carrillo Andrade y Sotomayor, y pertenecía a una
aristocrática familia. Véase una muestra de su
vena:
«Fúlgida niebla, sombra luminosa,
eclíptica a desmayos encendida,
Olimpo obscurecido de esplendores
que adusto luces y horroroso brillas,
¿por quién, ascua funesta, tanta lumbre
es negra emulación del claro día?
Di, ¿por quién abrasado sacrificio
entre incendios tus luces arden tibias?»
De lo malo, poco. Los demás endecasílabos son tan
detestables como este soneto de la misma autora:
«Cifra del susto, imagen del espanto
que, en copia de esplendores pavoroso,
si eres de Manso duelo luminoso
de Bravo ostentas refulgente llanto;
Los lucientes fulgores que ese manto
argentado a su impulso generoso,
en lo que asombro viven prodigioso,
respiran los anhelos del quebranto.
Selle del Nilo el caudaloso acento,
con que por bocas siete se derrama
en lenguas de cristal sonoro aliento;
Y exprese el bronce alado de la fama
que ese altivo obelisco, real portento,
apaga los raudales con su llama».
Como se ve, la poetisa aprovechó la ocasión de
dirigir un piropo al virrey Manso y otro al padre Bravo. Este, a
fuer de agradecido, no podía hacer menos que llamarla musa
limana.
PUNTUAL DESCRIPCIÓN, fúnebre lamento y suntuoso
túmulo de la regia doliente pompa con que en la Iglesia
Metropolitana de la Ciudad de los Reyes, corte de la
América Austral, mandó solemnizar las reales
exequias de la Serenísima Señora Doña
Mariana Josefa de Austria, Reina fidelísima de Portugal y
los Algarbes, el día 15 de marzo de 1756, el activo celo
del Excelentísimo Sr. Don José Manso de Velasco,
Conde de Super-Unda y Virrey del Perú. -De cuyo superior
mandato la escribe el R. P. F. Alejo de Alvites, del orden
seráfico. -Año de 1756. -Un volumen de 247
páginas en 4.º
Doña María Bárbara, esposa de Fernando VI e
hija de los reyes de Portugal Don Juan V y doña
María de Austria, debió quedar muy satisfecha de
los honores fúnebres que en Lima se tributaron a sus
padres. No quedó coplero que no contribuyese con los
abortos de su musa en las exequias de doña María.
Entre otras composiciones extravagantes, hay en el libro del
padre Alvites una letrilla, digna de Perogrullo y Calainos, que
principia así:
«La reina Mariana
falleció, ¡qué pena!
¡Ah terrible golpe!
de la Parca fiera!»
Y los colegiales de Santo Toribio glosaron en espinelas o
décimas esta picaresca redondilla:
«Hoy las lágrimas se van
de Mariana hasta la estrella,
concha de Bárbara bella
y Venus del Quinto Juan».
Entre los adornos del templo, y debajo de un esqueleto, se
leía esta décima de un religioso agustino:
«Muerte que cruel y atrevida,
usaste de tu poder,
robándonos el placer
y dejándonos sin vida,
hoy quiero ver, homicida,
¿en qué esta lo que ganaste?
Lograste, ¿mas qué lograste?
¿Rendir a Mariana? ¡No!
Ella se inmortalizó,
y tú mortal te quedaste».
A propósito de inscripciones, habiendo probado en la
oración fúnebre el padre Ponce de León, de
la orden mercenaria, que la casa de Austria desciende de
Príamo, último rey de Troya, se hizo para
inmortalizar este descubrimiento genealógico el epitafio
que sigue, y que es portuguesada en forma:
«¡Caminante! Aquí fue Troya; pues yace su
nobleza. La inmortalidad de su origen no la preservó de
caduca. ¿Qué aguarda el chopo cuando cae el
cedro?»
Versos en portugués, acrósticos, ecos y
demás composiciones caprichosas, salieron a lucir en estas
fiestas fúnebres; y una prueba de la tortura en que se
ponía el numen son las octavas del licenciado Arcaya,
asesor del Cabildo, en cada una de las cuales hace el gasto una
letra del alfabeto. Copiemos la tercera:
«¡Cielos! ¿Cómo Canciones
Cantaremos
Con Corazones Casi Consumidos?
Con Causa Conveniente Callaremos
Congojados, Confusos, Convenidos,
Constante Compasión Conservaremos,
Corran Copiosos Cauces Comprimidos.
Considerando Cumbre Combatida,
Caído Cetro, Corona Comprimida»
Para que nada hubiese que desear, un limeño, el licenciado
Don Juan Julián Capetillo, escribió estos seis
versos en inglés:
«¿Queen Ann's death is ere laught
Is there Queen Ann wept.
A beauty is less wept, rejoiced
Loose her praise, than bemoaned.
How many pictures of one nymph review
All how unlike each other all how true?»
Por supuesto que no podía faltar musa femenina: he
aquí un regular soneto de sor Josefa Bravo de Lagunas,
abadesa de Santa Clara:
«Cuando difunta admiro ¡oh fiel señora!
de tu regio esplendor la luz primera,
¿qué esperanza la flor tendrá en su
esfera,
sabiendo que también muere la aurora?
Desengaño a la vida le atesora
ese espejo que mustio reverbera,
cuya eclipsada luna es más severa
para quien si la ve no se mejora.
Descansa en paz; pues tu virtud me avisa
la corona mejor que te declara
el que allá en las estrellas te eterniza;
Que a mí para seguirte me prepara
el religioso saco en su ceniza
del fin postrero la verdad más clara».
RELACIÓN FÚNEBRE de las reales exequias que a la
triste memoria de la Serenísima Majestad de la muy alta y
muy poderosa Señora Doña María
Bárbara de Portugal, Católica Reina de las
Españas y de las Indias, mandó celebrar en esta
capital de los Reyes, el día 4 de Septiembre de 1759, el
Excelentísimo Señor Virrey Don José Manso de
Velasco, Conde de Super-Unda. -De cuya orden la escribió
el R. P. dominico F. Mariano Luján.- En la imprenta de la
calle de Palacio. -Año de 1760. -Un volumen de 344
páginas en 4.º
De este libro hay que decir: «¡qué tiempo y
qué papel tan mal empleados!» Una musa agustina
empieza adulando al virrey en unos pareados.
«Ya no quiero descanso
que estoy viendo llorar un río Manso,
que lágrimas liquida tan fecundas
que las vierte por cierto super-undas»;
y otra exagera el dolor hasta el ridículo en una
redondilla:
«Ojos, bien podéis buscar
otro modo de sentir,
que ya no puedo sufrir
este continuo llorar».
La limana musa doña María Manuela Carrillo y
Sotomayor se dirige a la Muerte, y en un romance indigesto la
dice, entre otras lindezas:
«¿Quién eres, luciente asombro,
que con reflexivas teas,
tantos respiras blasones
como lágrimas destellas?
¿Quién eres? Mas no lo digas
ni al caminante detengas:
ya te conozco, inflexible
ley de la naturaleza».
Un músico hace una pepitoria de los tecnicismos de su
arte, y ensarta un romance que él llama heroico, acaso por
la heroicidad del prójimo que acomete la empresa de leerlo
íntegro. Véase un retazo de la pieza:
«Alza el clamor, ilustre Enciclopedia,
sobreagudo el sollozo tanto exalta
que al sistema del llanto falten notas,
al ritmo del gemido pentagrama.
Llorad, astros; llevad el contrapunto
al metro, negra nota de mis ansias,
que bien se ve en mis ojos que instrumentos
trinan por muchos hilos de agua».
Algunas páginas más adelante, Don Carlos
Martín, tipógrafo de Lima, exhala su dolor en estas
endechas que corren pareja con las heroicidades del
músico:
«En la oficina triste,
donde el conflicto es sombra,
sólo los plomos hablen
pues son las lenguas y las cajas bocas.
En fiel componedor
las letras hoy se pongan,
y los cranes enseñen
la inscripción del pesar que amor informa.
Y de el a la galera
pasen con mil zozobras,
en donde estén remando
interjecciones de ternura todas.
Para que de allí iguales
se avengan en la forma,
y en mensura las planas
pase la confusión a hacer la proba.
Pero ¡oh Barbara amada!
¡oh reina virtuosa!
La enmienda de los yerros
tus ejemplos ministran, reina hermosa.
Imítense, que es justo,
y vean en la losa
de la prensa esculpido
el aquí yace la beldad de Europa».
Tantas inepcias son más bien burla que expresión de
congoja. Pero para hacer contraste con estas tonterías,
hay en el libro un soneto de Don Basilio García Ciudad,
alférez de los batallones españoles que
guarnecían Lima, soneto filosófico y que da una
ventajosa idea del autor:
«Es guerra, es llanto, es susto y es fatiga
lo que vida por todos es llamada:
muerte es la vida así considerada,
vida es la muerte que este mal mitiga.
Es guerra por tener quien la persiga:
es llanto, porque es ley nunca violada;
es susto, porque hoy duda en la jornada;
y es fatiga el engaño en que se obliga.
Si esta es vida, no lloren los reales,
cuando el juicio en su mérito no yerra,
libre Bárbara está de tantos males.
Pues, volviendo a la tierra lo que es tierra.
vive exenta, en delicias inmortales,
de susto, fatiga, llanto y guerra».
POMPA FUNERAL en las exequias del Católico Rey de
España y de las Indias Don Fernando VI. Nuestro
Señor, que mandó hacer en esta Iglesia
Metropolitana de Lima, a 29 de julio de 1760, el
Excelentísimo Virrey Don José Manso de Velasco,
Conde de Super-Unda. -Descríbela, por orden de Su
Excelencia, el P. Juan Antonio Ribera, de la
Compañía de Jesús. -Año 1770. -En la
imprenta de la calle de Palacio. -Un volumen de 381
páginas en 4.º
El 24 de mayo de 1760 fondeó en el Callao un navío
que habiendo zarpado de Cádiz el 11 de enero,
realizó en cuatro meses y medio el viaje más
rápido de que hasta entonces se tuviera noticia. Ese buque
fue portador de pliegos que anunciaban el fallecimiento de
Fernando VI en Villaviciosa.
Bastante pobre es la parte poética del libro en que se
describen los funerales.
La hipérbole y el retruécano fueron las armas que
más esgrimieron los vates.
Véanse algunas muestras:
«Siente de su rey Fernando
callada Lima la muerte,
porque es el sentir más fuerte
el sentir y estar callando.
Con su callar está, hablando
Lima lo que la lastima;
que no hay lima que más gima
que la que no hace sonido,
pues sin el trueno del ruido
muerde más la sorda lima.
. . . . . . . . . . . . . . . . .
Lima, si a tu soberano
pacífico has de llorar,
lágrimas pide a tu mar
por ser Pacífico Océano.
. . . . . . . . . . . . . . . . .
Caminante, para y mira
este desengaño grave,
que darle sepulcro sabe
la muerte al sol en la pira.
A las cuatro, hora en que gira
la primer luz su arrebol,
eclipsó su alto farol.
Admira, pues, cuando yace
ver que a la hora en que el sol nace
se ha puesto también el sol».
Un limeño, Don José Martín de Aguilar,
escribió un bonito romance, cuyo solo defecto es el de no
ser propio de una corona fúnebre. Helo aquí:
«Sentose Cloto a jugar,
porque pensó enriquecer,
con Bárbara y con Fernando
al juego del ajedrez.
Cloto, de luto vestida,
como reyna negra fue:
Bárbara y Fernando hicieron
de las blancas el papel.
Como las calles cogidas
miraban a reyna y rey,
entre confusos achaques
aviso les dio cortés;
mas, siendo en el rey preciso
paso adelante tener,
hacia la reina amagada
todo el movimiento fue.
Sobresaltado del lance,
fuera de su casa, al ver
perdida la pieza real
también, teme perderse él.
Aquí segundo repite
Jaque Cloto, que mate es;
porque sin reina, defensa
no puede el juego tener.
Todos los peones se turban
y los castillos también,
y los caballos engreídos
no pueden mover el pie.
A mate que no es ahogado
nadie se puede oponer,
y así Cloto ganó el juego
porque la vida juego es».
PARENTACIÓN SOLEMNE que al nombre augusto y real memoria
de la Católica Reina de las Españas y Emperatriz de
las Indias la Serenísima Doña María Amalia
de Sajonia, mandó hacer en esta santa Iglesia Catedral, de
Lima, corte del Perú, el día 27 de Junio de 1716,
el Excelentísimo Sr. Don José Manso de Velasco,
Conde de Super-Unda, Virrey, Gobernador y Capitán General
de estos reinos del Perú y Chile. -Y la escribe, por orden
de Su Excelencia, el P. Victoriano Cuenca, de la
Compañía de Jesús. -En la imprenta real de
la calle de Palacio. -Año de 1761. -Un volumen de 431
páginas en 4.º
Más de la mitad de este abultado libro ocupa la parte
poética. Los jesuitas escribieron versos en
español, latín, vascuence, francés,
italiano, alemán, portugués, húngaro,
catalán, inglés y mobima o lengua de los indios de
Mojos. Diríase que trataron de sobreponerse en
ilustración a las demás comunidades
religiosas.
Como una curiosidad y por lo que pudiera interesar a los
filólogos y americanistas, vamos a reproducir una
poesía quichua que compuso uno de los padres de la
Compañía de Jesús. Parece que el tema de
estos versos, cuya traducción no conocemos, es un lamento
de la ciudad de Lima al río que la baña, por la
muerte de la reina:
Tres limeñas concurrieron a esta especie de liza
poética. Sor Rosa Corvalán, monja del monasterio de
la Concepción, escribió unas décimas muy
infelices.
Más afortunada anduvo, en nuestro concepto, doña
Rosalía de Astudillo y Herrera, dama de la aristocracia
limeña. Verdad que ni ella entendió lo que quiso
decir... ni nosotros tampoco. Véase un fragmento de su
composición:
«¡Muerte! ¡Muerte! La victoria
de tu fatal vencimiento,
no está en llevarse el aliento,
sino en llevarse la gloria.
Si despojas y en ceniza
vienes la vida a dejar,
tus despojos saben dar
la vida que inmortaliza»
Por fin, aquella octava maravilla o musa limana, doña
Manuela Carrillo Andrade y Sotomayor, escribió un romance,
de cuyo mérito podrán los primeros versos dar
idea:
«Perífrasis luminoso,
cuya obscura inteligencia
sólo entiende el sentimiento
y la congoja interpreta;
luciente ocaso donde arden
reverentes llanto y queja,
énfasis difuso y fausto
consagrado a nuestra reina...»
RELACIÓN DE LAS REALES exequias que a la memoria de la
Reina Madre Doña Isabel Farnesio mandó hacer en
esta ciudad de los Reyes el Excelentísimo Sr. Don Manuel
de Amat y Juniet, Caballero del orden de San Juan, Gentilhombre
de la Cámara de Su Majestad, Teniente General de los
Reales ejércitos, Virrey, Gobernador y Capitán
General de estos reinos del Perú. -De cuya orden la
escribió Don José Antonio Borda y Orozco, coronel
del regimiento de Dragones de Carabayllo. -En la imprenta de la
calle de Palacio. -Año de 1778. -Un volumen de 130
páginas en 4.º
El 12 de marzo de 1767 se recibió en Lima la siguiente
real cédula:
«El Rey. -Virreyes y Presidentes de mis Reales Audiencias
del Perú y Nuevo Reino de Granada y Gobernadores de las
Provincias de Buenos Aires, Tucumán, Santa Cruz de la
Sierra, Paraguay, Panamá, Cartagena, Popayán, Santa
Marta, Trinidad de la Guayana y Maracaibo. El día 11 de
julio próximo pasado, a las nueve y cuarto de la
mañana, fue Dios servido de llamar a sí el alma de
mi muy amada Madre y Señora Doña Isabel Farnesio,
que santa gloria haya. Lo que os participo, con todo el dolor que
correspondo a la ternura de mi natural sentimiento, para que deis
las órdenes convenientes para que en las ciudades, villas
y lugares de vuestros respectivos distritos se hagan las honras,
exequias funerales y sufragios que en semejantes ocasiones se
acostumbra; poniéndose de acuerdo con el Diocesano en
cuanto a moderación de lutos y túmulos.- De San
Ildefonso, a 7 de agosto de 1766».
El 11 de julio de 1767 se efectuó la ceremonia
célebre en la catedral de Lima, siendo el túmulo
verdaderamente espléndido. En el templo sólo se
colocaron algunos dísticos latinos, y las musas
castellanas enmudecieron por no disgustar al virrey, que se
burlaba de aquella profusión de coplas que tanto dio que
reír en las descripciones de exequias en los tiempos del
buen conde de Superunda. Quizá nació de aquí
la ojeriza que contra el virrey Amat tuvieron los poetas de Lima;
pues no desperdiciaron ocasión de satirizarlo por sus
aventuras amorosas con la Perricholi y demás pecadillos de
que hablan las crónicas.
REALES EXEQUIAS que por el fallecimiento del Sr. Don Carlos III,
Rey de España y de las Indias, mandó celebrar en la
ciudad de Lima el Excelentísimo Sr. Don Teodoro de Croix,
Caballero de Croix, del orden teutónico, Coronel del
Regimiento de Reales guardias valonas, Teniente General de los
Reales ejércitos, Virrey, Gobernador y Capitán
General de las provincias del Perú y Chile.
-Descríbelas Don Juan Risco, presbítero de la
congregación de San Felipe Neri.- En la imprenta de los
niños expósitos. -Año de 1789. -Un volumen
de 169 páginas, folio.
El libro del padre Risco no contiene versos, y el autor da para
no publicarlos una razón muy juiciosa.
«Pasaron de mil -dice- las poesías que
cubrían el túmulo, estatuas, pilares y muros de la
iglesia. En ellas mostraron su gusto y delicadeza los ingenios de
la Real Universidad, Colegios, Comunidades religiosas y
particulares.
Su multitud dañó a su mérito; porque la
preferencia de algunas habría sido odiosa y la
impresión de todas habría formado un inmenso
volumen».
Mucha razón tuvo el padre Risco para no publicar los
abortos de los poetas sus contemporáneos; pues el libro
titulado Lamento métrico, en el que Terralla reunió
todos los versos que escribiera con motivo de estas exequias, es
a propósito para despertar la hilaridad en el ánimo
menos dispuesto a la risa.
Terralla quiso que su obra pasara a la posteridad, y su
publicación no es otra cosa que una protesta contra las
corteses, significativas y sensatas palabras del padre
Risco.
Gracias al virrey Amat y al padre Risco, en las descripciones de
honras fúnebres por Carlos IV y la princesa de Asturias no
campean ya rimas en que, con injuria de las musas y del buen
sentido, se pinta un duelo de encargo o de pacotilla, con versos
más o menos ampulosos y disparatados y a los que
podía aplicarse la copla:
«Papeles y pergaminos
enviaban a destajo.....
¡Cuesta tan poco trabajo
el borronear desatinos!»
En 1809, y por la imprenta de los niños expósitos,
publicó el egregio poeta Don José Joaquín de
Olmedo una oda a la muerte de la princesa de Asturias doña
Antonia de Borbón.
¡Cuánta diferencia entre esa composición y la
de los elegíacos vates del tiempo de Superunda!
Cómo no admirar el estro y la majestad de estos
endecasílabos, en que aludiendo a España, dominada
a la sazón por los afrancesados y por las bayonetas del
emperador, dice Olmedo:
«Aquella que llenó toda la tierra
con hazañas tan dignas de memoria,
en sus débiles hombros ya ni puede
sostener el cadáver de su gloria!»
Con los albores del siglo XIX la poesía en el Perú
deja de ser rastrera y gongorina para convertirse en digna e
inspirada; y aunque la oda no es de las más felices
producciones del poeta, cábele al inmortal cantor de
Junín la gloria de haber sido el primero que del ejercicio
de las musas hizo un sacerdocio, arrojando del templo de Apolo a
los histriones que lo profanaban.