Día de gran excitación en el pueblo de San Antonio
de Yauli fue el 25 de diciembre, primer día de Pascua de
Navidad del año de gracia 1780.
Y con razón.
En la puerta de la iglesia había aparecido, pegado con
engrudo, el siguiente pasquín:
Sepan todos los agraviados de las alcabalas y de los nuevos
impuestos, como el señor Emperador Tupac Amaru nos tiene
notificados a todos sus amigos de esta provincia de
Guarochirí como tenemos ya armas en las pascanas de
Chicoxira, a cuatro leguas del pueblo de Yauyos, y en este cartel
lo participo a los amigos de nuestro bando, para que ocurran al
pueblo de Yauyos, donde se les habilitará de armas; pues
ya no falta nada para el día citado en los dos vocablos de
la seña. Valor, amigos, y... ¿quién
sabe?
No era éste el primer pasquín subversivo que
aparecía en Yauli; pues dos meses antes, con motivo de
unas danzas llamadas de los negritos y de una comparsa de pallas,
la autoridad del pueblo había manifestado complacencia por
las cabriolas de los primeros y desdén por el baile de los
indios que, resentidos, pusieron este pasquín:
«De tripas de negritos
haremos cuerdas,
para mandar chapetones
a la...».
El corregidor de Huarochirí don Vicente de Gálvez
no dejó diligencia por hacer para descubrir quién
era el padre de los cuatro regloncitos tan sucios como
amenazadores; y aun el virrey Jáuregui envió desde
Lima a un letrado para que ayudase al corregidor en la pesquisa.
¡Tiempo y tinta perdidos! Más de cincuenta indios
principales fueron a la cárcel, y del sumario no
apareció indicio acusador contra ninguno. Al fin, la
autoridad tuvo que darles suelta; pero como en el pueblo
había una muchacha de respingón y ojo alegre,
conocida con el apodo de la Coquerita, oriunda de Huancayo, que
sabía leer y escribir y que siempre andaba echando versos
a sus galanes, por si era o no ella la autora del pasquincito, y
sobre todo por hacer que hacemos y contentar al virrey,
resolvieron corregidor y letrado expedir auto conforme a las
ordenanzas de Birlibirloque, y desterrarla del pueblo en
compañía de un su hermano, chico diestro en el
sublime arte de la rufianería. Alguien debía pagar
el picante, y la Coquerita fue la pagana.
El pasquín de Nochebuena era sin duda mucho más
explícito y alarmador que el atribuido a la Coquerita; y
tanto que el virrey Jáuregui y la Real Sala del Crimen
dictaron providencia sobre providencia, y enviaron al
corregimiento, con cuarenta soldados, al capitán Gassol y
al fiscal licenciado don José de Castilla.
Como en la vez anterior, fue mucha gente a chirona, y tampoco se
sacó nada en claro; pero como los comisionados recelasen
que al declararlo así se les tildaría de frialdad
en el servicio del rey o de torpeza para descubrir al criminal,
echaron guante y trajeron con grillos y buena escolta a Lima a un
muchacho de diez y siete años de edad, que contaba tres
meses de residencia en Yauli, donde ejercía el cargo de
maestro de escuela. La circunstancia de que algunas letras de las
que él escribía guardaban semejanza con otras de
las del pasquín, pareció a los jueces de
investigación más que suficiente prueba de
criminalidad.
Llamábase el muchacho Pepito Alarcón, era de raza
blanca, y apenas nacido lo depositaron en el torno de la casa de
expósitos, de donde a la edad de siete años lo
sacó para educarlo una caritativa señora. A los
quince años, y con licencia de su protectora, se
metió novicio en Santo Domingo; pero habiéndolo
azotado un día el guardián, fugose el mocito y no
paró hasta Matucana, de donde siguió peregrinando
hasta llegar al Yauli y establecerse como maestro de escuela. No
tuvo más que dos discípulos, que fueron los hijos
del alcalde don Ubaldo López.
Del proceso (que original existe en uno de los tomos de
manuscritos de la Biblioteca de Lima) resultan siete
declaraciones conformes de que el muchacho, en el poco tiempo que
vivió en Yauli, nunca dio nota de su conducta, aunque era
un tantico aficionado a la Coquerita; pues la escribió
unas décimas (¡así serían ellas!) para
que las cantase en tono de yaraví.
Esto era grave, muy grave. ¿No sería también
cómplice de la Coquerita en la fenecida causa del
pasquín de los negritos?
La Real Audiencia, compuesta a la sazón de los oidores
marqués de Corpa, Tagle, Cavero-Henríquez, Rezabal
y Vélez, ordenó que los escribanos Castellanos y
Egúsquiza, en calidad de peritos, practicasen un cotejo de
letras, y ellos dijeron que la t, la e, la b y la y eran iguales
en la caja aunque no en el perfil, y que Pepito Alarcón
era, por ende, un pillete revolucionario que disfrazaba su
letra.
En un pelo de pluma estaba, pues, el destino del infeliz ex
novicio. Pero la Providencia hizo que el corregidor de Jauja
apresara a tres indios sospechosos, los cuales declararon ser
ellos los autores del pasquín atribuido a la Coquerita y
del de la nochebuena de Navidad, y que, en realidad, eran
cabecillas de un motín de indios, que por causa que
expusieron menudamente no pudo estallar.
Así libró de ir a presidio, por lo menos, el
calumniado muchacho.