La tradición que va a leerse tiene más padres que
el mamón aquel de que habla el romance de Quevedo.
Hémosla escrito teniendo a la vista, entre otros
documentos, las Memorias de los virreyes, donde se habla de la
bancarrota del banquero padre Juan de la Cueva, y una graciosa y
bien comprobada biografía que Acisclo Villarán
publicó en La Broma.
Según Acisclo que, por razón de empleo, hace y
deshace del archivo de la municipalidad de Lima, don Juan de la
Cueva y Campuzano, consiliario perpetuo de la Inquisición
y guarda mayor de montes y plantíos de la ciudad de los
reyes, desempeñaba en 1834, entre otros mercantiles, el
cargo de tesorero de la riquísima archicofradía de
la Virgen de la O; y añade el chistoso biógrafo que
un día anocheció y no amaneció en Lima,
fugándose más redondo que la O de que era tesorero.
Doscientos mil duros mal contados se evaporaron con su
señoría, que no paró hasta Lisboa.
Siguiose causa criminal al ausente y, mientras ella se
sentenciaba, dispuso el Cabildo que un muñeco o
figurón de trapo, con joroba doble, antiparras de
cáscara de chirimoya y un plátano por nariz,
montado sobre un jumento enclenque, se exhibiera, representando
al de la Cueva en las procesiones de Corpus y Cuasimodo, paseo de
alcaldes, volatines del Tajamar de los Alguaciles, maromas de
Matienzo y demás farsas públicas y recreos
populares; permitiéndose a los concurrentes hacer mofa e
irrisión de su nombre, dirigirle injurias y hasta llamarlo
hijo de... cabra. Los muchachos formaban el cortejo del
muñeco, cantando unas coplas que empiezan
así:
«Juan de la Coba,
coscoroba,
niño bonito
con platanito...».
y que concluyen con no pocas palabras sucias y obscenas.
Esta mojiganga duró hasta los primeros años del
gobierno de Abascal.
No nos ha sido posible examinar el proceso de la quiebra de don
Juan de la Cueva, proceso que existe en la escribanía del
tribunal del Consulado de Comercio. Pero en el Archivo Nacional,
códice 20.407, hemos encontrado un documento por el que
consta que el número de acreedores que en minuciosa lista
figuran fue de doscientos cuarenta, y que la quiebra fue
declarada por los jueces en 16 de mayo de 1635. Juan de la Cueva
poseía en Lima bienes suficientes para responder, y vino
de España una real cédula disponiendo que no se
rematasen las propiedades del fallido, sino que con el producto
de ellas se fuesen pagando las acreencias. El concurso ha durado
casi dos siglos y medio, pues fue sólo en 1880 cuando
quedó satisfecho el último acreedor.
Una de las avenidas que conducen a la plaza de Bolívar es
conocida hoy mismo por el pueblo con el nombre de calle de Juan
de la Coba, y en ella existe la casa que habitó el
banquero.
Hagamos punto, que para introito explicatorio basta con lo dicho.
Ahora ahí va la tradición que, por diferenciar, se
nos antoja escribir en fabla o castellano del siglo XIII.
I
Corónicas añejas e tradiciones gravedosas que a
lueñes eras soben, fablan con scriptura de verdat e sin
falagüero afeite, que en aquesta villa dicha estonce real e
tres vegadas corobnada cibdat de los reyes del Pirú, omes
e acostumbranzas, e ansí por igual, regidores e justicias,
más se lembraron de haber corazones e sanos fechos que non
los omes que ogaño vida gozan.
Los nuesos fidalgos mal endotrinados el su blasón afincan
en tuerto facer al amigo e deudo, e desapropiar teneres del
próximo; e item mais, con los sus peculios en mazmorra
escura les asepoltar, por arte de leixes mercadas a cohecho; ca
justicia e premáticas sanctimoniosas, ogaño se
mercan ansí de ordinario. ¡Válenos Mari
Pura!
Entre omes de preptéritas eras el bueno sentir e bien
operar tenidos se eran como cuartel e blasón de virtude, e
como afincaban la onor en el sustentamiento de los sus
contractos; do, en vez de las scripturas por mano de cartulario
fechas, el mero dicho de boca a bastanza era facto a portar fe, e
muy más alcanzaba valía que los de agora sellos e
timbres en pergaminos e papiros.
Ogaño, aquestas fórmulas de sellados folios e
rúbricas, non allegan fines otros que estirar litigianzas
e buscarlas lo ambiguo e caras diversas, non sólo en el
decir de la frasi, mas en el intento que cada un ome le intenta
trobar para en la ruibna del un ome, el medro afincar el ome
otro.
Catad como estonce al malo, en justicia asaz justa, ordenanza
esta daba de enforcarle o descabezarle so el vil garrote.
E catad como ogaño ansí non se face; mas sí
contrariamente jactancia se face de aviesos manejos e de
fechorías asaz insibdiosas.
Antaño, a la culpa seguía el castigo. Ogaño,
al ardido cuando en harto furta, el premio le surge, e halagos,
saludos e cortesanías le piomban encima.
¿En qué diferencian las señas e signos de
civilisanza? ¿A dó hanse fugado nosciones benignas
de sana morale?
El Johán de la Coba, el su jozgamiento e la su sentencia,
como linfa clara, muy más claro fablan que civilisanza
cual hoy la prendemos, que es, non cabe dúbita,
estrangulamiento de morale e aniquileza de justicia.
E a guisa de exemplo e de caso propio a facer parangón, la
estoria veraz del Johán de la Coba afinca oportuna en
aquestos párrafos. E descimos a las gentes de agora que,
munidas de seso e de sano cripterio, fagan el cotego entre
aquesos sieclos de pura morale e los nuesos días de vicio
que triunpha e de crimen que ríe de leixes e de
reyes.
¡Válgame don Jesucristo, Fijo de la Gloriosa!
Amén.
II
E disce e comienza. El dicho Johán de la Coba fidalgo fue
de condisción asaz desprendida e de diestra asaz
longánima e abierta, que las sus tenencias e haberes de
hierarquía e prosapia menguada parte eran a la fin de
pábulo dar a los sus arranques obstentosos e de
fantasía.
Ca non había en la su fabla el vocablo non; mas el
sí a cuantos a las sus larguezas acogiéranse.
E ansí andando, por vía de largueza sin tasa, non
de luengo plazo pudiéranle durar. A la postre, ovo de le
caer la hora de las mermas, do el magnánimo
infanzón topádose oviera con la vado enjuta del
arroyo de las sus dádivas; ca sabido se está que,
en noria que non le surge agua e agua se le saca, de secarse ha
presto.
Era el de su ofiscio o cargo en el don Johán de la Coba,
recabdador e deposcitario de las rentas e cabdales de la
cofradía dicha que se era de la O, Mari Sancta Madre del
Redemptor.
Falencia imprevista a las arcas de la cofradía
vínose sin la esperar, e fallido resta el sin ventura
tesaurero.
Las arcas sin dinero se trova el don Johán; e cuentas e
cargos habrá de rendir; e mancan jostitos patacos cient
mil. Questión de graveza e magna cuantía aquesa fue
estonce; ca, en eras ansí de puro cripterio
mesmísima cosa, idéntico efeto facían en las
pesas de la morale, en punto a delinqüenza, un
maravedí que un cuento de reales.
III
Hábedes de saber, oh discretos cormanos leyentes de esta
leyenda signada en amigos estoriales, que non antes como agora,
los ribaldos e tunos e trohanes prendían dineros e cosas
ajenas, e quietos e soscegados vueltas daban por placas e calles
de la villa, sin que funcionario algunt les posiere estorbo a los
sus triunphos.
Timorosos de Dios, pavor habían de juesces e del que
fablar podieran las gentes otras. E delinqüenza
mínima, al par que máxima por ende, trovaban
condenación: e non, como agora, impunes restaban.
En cuitas acerbas vídose el don Johán; ca en la su
condisción de fallido, haber non podía un otro
remedio que el de reponer o el de sofrir resultanzas del su
escalabro. E suscediendo estonce como agora mesmo acontesce, que
cuando un dadivoso ome cae menesteroso, non le acorre ningunt, y
muy menos que otros aquesos que de larguezas del congojado
disfroptaron, ansí el malhadado don Johán non
vía de salvamento otra poterna que la de se encomendar a
la fuga. E fuga asaz precipitosa imprendió a do todos
ovieron de inorarlo.
E descubierto el caso e publisciado lo acaescido, e verificadas
con prolijeza suma deligentes pesquisas como ánima que los
espíritus cargado la oviesen, ansí desaparecido de
la haz de la tierra el don Johán, tornado en duende o
trasgo, o como endriago o visión, non pudo ser habido e
sí pudo ser proscesado, e jozgado, e fallado, e
aindamáis pudo ser enjosticiado en imagen, como reo que
non está en la persona e sí lo está en la
delinqüenza.
IV
E rematado que fue el jozgamiento e no teniendo la justicia
aferrado en las sus manos al fautor, do fuerza era que por
desagravianza a la humanas vindicta, oviese de quedar cumplida la
sentencia.
Catad estonce como del fugado criminoso el artificio da suprencia
al ome dañero, e forjan remedo complido del cuerpo e del
rostro del que en carne non puede restar enjosticiado. E rematado
que está el estantigua o monigote en lienzo repleto de
salvado e paja, al símile del títere que facen los
bodegoneros del Judas Ischariote, para le quemar en
vísperas pascuales, ansí mesmo, a tal usanza al
moñeco del don Johán de la Coba le prenden e le
cabalgan de horcajadas cabe el lomo de un rucio, e tornando el su
rostro del ome de trapo a la trasera parte del rucio, en camino
va delinqüente efigiado.
Enfarinescido el rostro, e a guisa de apéndice,
afíncame al dorso bultosa giba, e ya non se evade del
garrote vil.
Rapaces gritones en turba sin fin, cortego luenguísimo le
facen al reo hechizo, e folgan, e triscan, fablando en voz
rescia:
«El Johán de la Coba
con magna joroba».
V
Que sepades conviene, oh letores, ca en tal ocasión la
justicia de estonce, afanosa por non le dejar al crimen el su
triunpho e salvamento, propósito facía de afincar
el baldón e la infamia cabe el nom del ome que
delinquió, e tal cuantía de ludibrio allegaba
potente a los fijos de los fijos e fijas del reo, seyendo aquesa
la razón por qué el nome infamado del reo fugoso
padrón de inominia fincaba perpetuo.
E tened intendido que aquesos sesudos juzgadores de antaño
en mente ovieron, vigilosos del moral común, que non befas
ficiera el crimen de la honra e de la justicia.
En aquesta guisa, a pregón de eraldos e corchetes, el
fecho relatan a son de batientes atambores e chilladoras trompas
que de chirisuya han nome. E manda e ordena el Consejo que el
nome infamado del reo resuene con risas e burlas, en los
volantines e títeres. Aindamáis, que el remedo del
cuerpo del reo, con la filosomía rubra como el
tizón, con trisca e denuestos parezca en las farsas e
demás intremeses que forjan histriones, payasos e
matachines.
Ansí cual narrada en aquestos folios aguisada queda la
estoria del Johán de la Coba; ansí es la verdat que
tal sucedió, seyendo viso-rey el perínclito conde
de Chinchón.
E finado he, yo el coronista, en gracia del Padre e del Fijo e
del Parácleto.